Para saber lo que tenemos que comer hemos de contar con que la nutrición tiene que cumplir unos objetivos:
Primero profundizaremos en conceptos relativos a la energía que necesitamos para vivir porque la mayor parte de nuestra ingesta está relacionada con ella. Ya sabes que, si no hay algún factor de salud que lo varíe, esta energía se mueve dentro de un margen relativamente estrecho, porque, si tomamos poca, nos faltará y, seguramente, nos haremos más magros e incluso nos puede faltar la necesaria para desarrollar nuestras capacidades y, si tomamos de más, el exceso lo acumularemos en forma de grasa y sufriremos las consecuencias que puedan derivarse de un probable aumento de peso. Por eso se dice que nuestra dieta ha de ser energéticamente equilibrada.
Por otra lado, conocemos que los nutrientes contenidos en los alimentos son de dos tipos:
Pero, de entre ellos ¿cuáles son los alimentos que nos aportan la energía? Nos la aportan los macronutrientes. Y, simplificando con las limitaciones que tiene cualquier simplificación, por orden, primero los hidratos de carbono, luego las grasas y finalmente las proteínas.
El cuerpo obtiene energía quemando esos alimentos, son su combustible, y los quema sin fuego mediante unos mecanismos complejos que están fuera del objetivo de estos escritos. Al quemarlos nuestro organismo origina un calor que se mide en unas unidades que se llaman calorías. Mil calorías es una kilocaloría. También se puede medir en las unidades internacionales: julios y kilojulios, pero quedémonos con las calorías y no compliquemos más la cosa. ¿Comprendes ahora por qué la gente dice que quiere quemar calorías cuando quiere deshacerse de la energía que tiene acumulada y piensa que le sobra?
Llegados aquí tendremos que intentar ser más prácticos porque sigues sin saber cuáles son las necesidades energéticas que te hacen falta para llevar una vida sin restricciones y sin pasarte.
Esas necesidades energéticas son resultado de la suma de tres factores. El primero de la energía necesaria para mantener las funciones vitales, ¿recuerdas?, como si tú fueras un coche y estuvieras al ralentí. Esa energía depende de la marca del coche: no necesita la misma un utilitario que un cochazo, es decir, influye el factor dimensión del vehículo, del estado en que se encuentre y de su edad (con el tiempo en todas las maquinarías hay cosas que pierden eficiencia). Nosotros, maquinarias biológicas también necesitamos una energía que depende de nuestro chasis, de nuestra composición corporal, de la edad (los niños necesitan mucha más para poder cubrir las necesidades por el gasto originado por el crecimiento) y del peso. Estamos hablando de lo que se conoce como metabolismo basal. El segundo factor es la energía que permite que aprovechernos los alimentos y comprende toda la que utilizamos desde que el alimento entra por la boca hasta que sus nutrientes llegan al lugar diana donde cumplen su función. Este factor se llama Efecto Termogénico de la Dieta y supone entre un 10 y un 15 por ciento de la total. Por último, también necesitamos más o menos energía según la que gastemos para cubrir nuestras actividades diarias: Cuando nos sentamos para mirar la tele son sólo 118 kcal/hora, al pasear 160, yendo en bicicleta podemos llegar hasta las 500 y subiendo escaleras hasta 1000 por hora. Aquí también se incluye aquello que gastamos trabajando, que será poco, medio o mucho según como sea de exigente físicamente nuestro curro. Cómo verás, éste es el factor más modificable y, por ello, podremos cambiar nuestras necesidades si modificamos estas actividades voluntarias, por eso se nos dice que seamos menos sedentarios y que hagamos más ejercicio físico para conseguir reducir nuestro peso.
Una vez se han tenido claros cuáles son los factores que determinan las necesidades energéticas, los especialistas en nutrición han podido desarrollar mecanismos para medir esas necesidades de forma que se puedan aplicar a un paciente en concreto. Los conocimientos sobre este extremo han llegado a un punto de mucha precisión, a uno que nosotros no necesitamos alcanzar, porque, para nuestra vida diaria, nos bastarán unos cálculos aproximados. De entre todos ellos destaca el Índice de Masa Corporal:
Donde P es el peso en kilogramos y T2 es la talla, en metros, elevada al cuadrado.
El resultado del IMC nos da un número que nos permite saber si estamos más magros o más grasosos e, indirectamente, sabremos si nuestra ingesta es, o no, adecuada desde el punto de vista energético.
Como habrás observado el IMC da mucho juego, y como esto ya se ha alargado demasiado será mejor continuar con él en la próxima ocasión.