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Influencia de los hábitos sociales en la dieta de hoy

«Alimento y sociedad en la España del siglo XXI» es un estudio editado por  la Fundación Mapfre y realizado por el Grupo de Investigación en Nutrición y Ciencias de la Alimentación del Departamento de Ciencias Farmacéuticas y de la Salud de la Universidad CEU San Pablo (Madrid). Se publicó en 2015 y consistió en la realización de una gran y rigurosa encuesta y en su interpretación, y tuvo una amplia repercusión. Medía la influencia de ciertos factores socioeconómicos sobre la alimentación y sobre los cambios habidos en los últimos años.

Diversos son los factores que influyen en nuestra alimentación y que hacen de la elección de los alimentos un proceso complejo. Son:
• Factores fisiológicos o propios del individuo.
Algunos de ellos ya los hemos tratado de alguna manera en entradas anteriores. La edad, el sexo, la herencia genética, el estado psíquico, las alergias o intolerancias alimentarias, el apetito o las características organolépticas más relevantes, influyen en la elección del alimento.
• Factores ambientales.
La disponibilidad también influye en la elección y el consumo. Esta disponibilidad es función del lugar donde uno vive porque, ese lugar condiciona, el tipo de terreno, el clima, el agua y la estacionalidad y ellos influyen en el tipo de cultivos de una zona determinándola.
• Factores económicos.
Los recursos pueden hacer que se compre  una comida u otra y que se modifique la alimentación. Hasta las condiciones de la vivienda afectan el tipo de comida consumida y su calidad.
• Factores socioculturales.
La tradición interviene en las preferencias y las aversiones que manifiestan los individuos y en las formas en que se preparan los alimentos. También intervienen la aceptación de nuevos alimentos el crecimiento numérico de supermercados o establecimientos de comida, la distribución horaria de las ingestas y el lugar donde se hacen, los conocimientos sobre alimentación y nutrición, la publicidad y el marketing o el estatus social.
El trabajo de que hablamos estudia estos factores porque son los que más se han modificado en los últimos. Analiza cómo  la modificación de los estilos de vida de la población han afectado a la forma de alimentarnos y, por lo tanto, a nuestra dieta y a nuestro estado nutricional. Este cambio no representa ninguna sorpresa. Es evidente que han variado muchos de nuestros hábitos alimentarios, ya no vamos a comprar nuestros alimentos exclusivamente en la tiendecita de al lado de casa sino que también nos aprovisionamos en superficies comerciales más o menos grandes. También ha cambiado lo que compramos, lo que comemos e incluso donde nos lo comemos. Todo ello ha causado que, en algunos casos, se modifique nuestro patrón dietético, nuestra dieta mediterránea tradicional, y que ésta pierda terreno frente a otras  menos saludables, tendencia especialmente visible entre los más jóvenes que son más vulnerables a los errores alimentarios.

Como no se trata de hacer un artículo extenso, vamos a fijarnos en aquellas cosas del estudio que  llaman más la atención y que más fácilmente podemos corregir. Son:
– La mayoría de la población come tres veces al día, fundamentalmente en casa.
En general, se debe comer 5 veces al día haciendo un reparto adecuado de los alimentos. Hacerlo sólo tres, significa haber abandonado dos comidas, casi siempre el desayuno y la merienda. Un buen desayuno es fundamental para empezar el día con la energía necesaria y merendar  evita que el organismo esté demasiado tiempo sin ingerir nutrientes. Así, al no espaciarse mucho el tiempo entre las tomas de alimentos, se previene llegar a la siguiente comida con tanto apetito que necesitemos tomar más alimentos de alimentos para saciarnos, hecho que puede llevar a sufrir sobrepeso.

– Hay muchas personas, generalmente jóvenes, que comen y cenan viendo la televisión.
Comer viendo la televisión no es un buen hábito porque se come más y se tiene menos en cuenta la calidad de lo comido. En el bombardeo publicitario al que nos somete la televisión se lanzan anuncios de muchos alimentos que contienen demasiados azúcares y grasas y, como lo que aparece en la pantalla suele parecernos atractivo, provocan un efecto negativo sobre la consideración de lo que el comensal tiene en su plato.

También, en el estudio, se observan que se conservan aspectos positivos:
– Se sigue comiendo preferentemente en compañía. Este aspecto es importante en un entorno en que cada vez viven más personas solas,  porque compartir mesa refuerza los vínculos entre los comensales. En un artículo sobre el tema en el diario La Vanguardia se recuerda que «compañero» viene del latín cum panis (aquel con quien comparto el pan). Además comer acompañado es un medio de adquirir y transmitir conocimientos alimentarios tradicionales.
– Se sigue haciendo un esfuerzo importante para comprar productos frescos y por consumirlos con frecuencia. Este hábito aleja el consumo de alimentos procesados, la mayoría de los cuales suelen ser poco recomendables. Y así siguen siendo el arroz, la pasta y el pescado los alimentos más aceptados por la población, aunque en esta relación se echan de menos las verduras, hortalizas y legumbres.

En el final del texto se hacen unas recomendaciones básicas para mejorar la conducta alimentaria:

– Regularizar los horarios de las comidas.
– Comer cinco veces al día, sentados y empleando el tiempo suficiente para hacerlo
– Puesto que se come demasiado, se recomienda reducir los alimentos que se ingieren.
– Realizar un desayuno completo.
– Procurar aumentar el número de habilidades y destrezas relacionadas con la alimentación.

Es de esperar que quién se ajuste a estos hábitos más saludables presente una mayor tendencia a mantenerse en el peso adecuado.

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